Unos versos del 2013, que saqué a airear hace un añito en La Sala (lugar mágico de Sevilla) una noche estrellada, con la compañía de Rocío Cañero.
Rocío, Cañero, una vez descubrí una voz magnífica y recitamos a dos voces...
Rocío, Cañero, una vez descubrí una voz magnífica y recitamos a dos voces...
Así es esto,
al viajero
siempre
atemporal le es su regreso
invierno de
repente,
en medio de
primavera en sus huesos.
Encuentra el cuerpo hogar en
cualquier sitio
cuando conoce vivaz destino
sabe hablar de lenguas y
disfraces
si a la mesa se sientan
estimados comensales
Su hablar,
cambia, también su caminar
o el brillo
de sus ojos
cuando
enfrenta un nuevo mar
pero no
cambia fácilmente su amar.
Es éste uno que discurre
entre mundos compartidos o
distintos
amor de todos, amor muy suyo
amor que no deja indiferente
a ninguno
El otro
amor, al individuo
le es
distante y le es ambiguo
porque lo
suyo no es atar, no es agarrar
es él mirlo
regalando libertad.
Libertad comprendida o
incomprendida
estimada, rechazada
pero suya siempre en el alma
cuando, alguien, quiere
traspasarla.
Pese a todo
hay siempre sustancia
duende,
amenaza,
viaje
inevitable que se enciende siempre
frente a
novedosas palabras
Será algo extraño o será
aprendido
que hasta al
más libre siempre ilusiona
fusión de dos cuerpos iguales
o distintos
unión de
almas y cuerpos hundidos.
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